Hoy hace exactamente un año que recogimos a Ritika y Vanshu, ahora también Nina y Julen, de Shishu Greh. Los que me habéis leído estos meses habéis podido seguir cada etapa de esta aventura de vida, las mil cosas que hemos hecho, los obstáculos a los que nos hemos enfrentado. Muchos me habéis dado las gracias porque os ha servido para haceros una idea más clara de lo que os espera, de lo que es esto de la adopción internacional. Y en plena pandemia. Han pasado tantísimas cosas que da la sensación de que llevamos toda una vida juntos. Pero hace tan solo un año que conocemos a nuestros hijos.
Un año no es nada. Es solo el comienzo de un camino en el que Nina y Julen tienen que ir dejándonos ver, a su ritmo, lo que necesitan de nosotros. No olvidamos que nuestra situación, por mucho que queramos intentarlo, no es la de una familia que ha vivido junta desde el nacimiento de los hijos. Apenas hemos empezado a descubrir quiénes son nuestros hijos, y ellos a entender qué somos nosotros para ellos: figuras de autoridad, referentes, protectores, familia. Lo decimos mucho pero ¿qué significa para ellos? Un año no da para llenar lo que llenaron 4 o 5 antes de la herida primaria. Del mismo modo en que nos asombra a diario esa enorme capacidad de adaptación que tienen estos dos pequeños héroes, sabemos que la adaptación no es un fin en sí mismo sino un medio. La sobreadaptación no es garantía de éxito y debemos tener paciencia para que los lazos afectivos tomen el curso que nos gustaría para afianzar el sentimiento de familia y ese famoso amor incondicional, más allá de las palabras y de las actitudes complacientes.
Dicen que el segundo año es muy interesante, porque empieza a repetirse todo aquello que han vivido como novedad en su primer año. La Navidad, el verano, su cumpleaños, la vuelta al cole. Estamos deseando compartir con ellos todas esas repeticiones que afianzan el significado de «para siempre» y que ese pequeño mundo que estamos construyendo sobre meras pistas de otro que existió crezca y crezca, y dé unas ramas fuertes, sólidas, largas… y muchas, muchas flores.
Con este post, ahora sí, doy por cumplida la misión que me propuse cumplir con este blog.
Lo que os puedo contar ahora ya son cosas que pasan en mi casa y que no son aplicables a otras familias, o sí, quién sabe, pero ya no son pasos de un proceso. Es la vida de mis hijos, su intimidad, y a partir de aquí debemos dejar en sus manos la decisión de compartir o no sus vivencias, llegado el momento.
Suerte a todas las familias que esperan, y a las que ya se han reunido y empiezan un camino juntos.
Feliz Día Mundial de la Adopción.